КРЕМЛЬ
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Comentario de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, en relación con el comunicado del Grupo de los Siete

El llamado Grupo de los Siete que reúne a Estados hostiles a la Federación de Rusia emitió un nuevo comunicado politizado y sesgado, deliberadamente programado para coincidir con el segundo aniversario del inicio de la operación militar especial (OME) de Rusia. Las disposiciones de este documento están impregnadas de rusofobia y difamación. Es otro ejemplo típico de la política occidental de atacar a nuestro país y confirma la realidad irreversible de la degeneración del G7 en un instrumento más de las aspiraciones hegemónicas de la actual administración estadounidense. Rechazamos firmemente todas las exigencias injustificadas y arbitrarias contra Rusia contenidas en el texto. No tiene sentido reaccionar a cada frase. Solo centramos la atención en algunos aspectos importantes.

1. Una vez más, los países del G7 no reparan en acusar a Rusia de una "agresión a gran escala arbitraria, injustificada y no provocada" en Ucrania, y de "violar de manera flagrante" la Carta de las Naciones Unidas. En vista de eso, recordamos que EEUU y sus vasallos deben explicar a la comunidad internacional cuáles fueron los fundamentos legales de las guerras agresivas que desataron contra Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y una decena de países más, así como la actual ofensiva lanzada por los anglosajones contra Yemen, que no tiene justificación alguna.

Centramos la atención de nuevo en el hecho incuestionable de que Rusia no violó ninguna norma internacional y está actuando en el marco del derecho a la defensa individual y colectiva, de conformidad con la Carta de la ONU, como hemos enfatizado en reiteradas ocasiones. Rusia no es un Estado agresor, como intentan presentar en Occidente. Todas las acciones de nuestro país están destinadas a dar una respuesta adecuada a la agresión geopolítica dirigida durante muchos años contra sus intereses vitales de seguridad.

Es conveniente para el G7 presentar el caso como si la crisis actual en torno a Ucrania hubiera surgido en 2022. Esto no tiene nada que ver con la realidad. Hemos declarado en repetidas ocasiones que el conteo debe comenzar al menos desde 2004, cuando EEUU y la UE orquestaron el primer golpe de Estado en Ucrania, obligando a celebrar la tercera ronda inconstitucional de elecciones presidenciales para llevar al poder a su protegido. En 2014, se perpetró con un apoyo intenso de los estadounidenses y europeos un sangriento golpe de Estado armado: las fuerzas nacionalistas radicales llegaron al poder en Kiev y desataron una campaña de terror contra la población rusa y rusohablante en Crimea y el sureste del país.

Rusia no inició la guerra, sino que busca ponerle fin y emprende acciones necesarias y decisivas, incluida la OME. Para contribuir no en palabras, sino realmente al arreglo del conflicto Estados Unidos y sus satélites deben dejar de promover la inadmisible "fórmula" de Vladímir Zelenski, dejar de prestar cualquier apoyo al régimen neonazi de Kiev y satisfacer las demandas legítimas de Rusia de garantizar sus intereses de seguridad en la dirección europea.

2. Suscita perplejidad la parte final del comunicado que afirma que en Kiev "pueden contar con el apoyo del Grupo de los Siete durante tanto tiempo como sea necesario". Recomendamos a los protegidos de Occidente en Kiev que no se relajen: no se les promete apoyo, solo se les propone que cuenten con éste.

Como muestra la historia reciente, la ayuda de EEUU y de otros "democratizadores" puede terminar en cualquier momento. Y cómo podría ser de otra manera, si el tiempo de la administración de Joe Biden está prácticamente llegado a su fin y la situación en que se encuentran todos los Scholz, Macron, Sunak, Meloni y Trudeau no es muy estable. Es poco probable que el Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, siga "luchando" por Ucrania sin sus patrocinadores allende el océano. Los antiguos títeres de Washington en Afganistán pueden confirmar lo "confiable" del patrocinio occidental. Los estadounidenses les abandonaron, huyendo vergonzosamente de ese país. Y huirán de nuevo. Es solo cuestión de tiempo.

3. El Grupo de los Siete amenaza a Rusia con nuevas sanciones. Nada sorprendente: la guerra económica de Occidente continúa, al menos desde 2014, cuando Crimea regresó a su puerto nativo. Esta vez amenazan con hacer daño no solo a Rusia, sino también a nuestros socios – Estados soberanos que mantienen la cooperación comercial normal y legal con nuestro país.

Ante los ojos de todo el mundo, los principios de la economía de mercado, incluida la presunción de inocencia de los agentes económicos proclamados por los occidentales "se arrojaron a la basura". Ahora, el Grupo de los Siete quiere confiscar los activos estatales rusos bloqueados y transferir los fondos al régimen de Kiev. Esto se convertirá en un peligroso precedente y una señal importante para todos aquellos que aún hacen negocios con Occidente.

Toda la responsabilidad por la ruptura de los vínculos comerciales, económicos, culturales y humanos con Rusia la tienen los actuales líderes occidentales. En caso de cualquier acción hostil daremos una respuesta adecuada partiendo del principio de reciprocidad.

4. Es inadmisible exigir "aclarar plenamente las circunstancias relacionadas con la muerte de Alexéi Navalni". Lo interpretamos como un intento flagrante de injerirse en los asuntos internos de Rusia.

Que respondan primero a nuestras solicitudes con respecto a los resultados de las muestras tomadas a Alexéi Navalni en Alemania. Durante muchos meses, no hemos podido obtener claridad sobre el caso de los Skripal y el ataque contra los gasoductos Nord Stream. ¿Qué pasa realmente en EEUU y en los países europeos en el ámbito de derechos humanos? ¿Qué pasa con los procedimientos democráticos durante la actual campaña electoral en EEUU?

Hasta que haya respuestas convincentes a estas preguntas, los países del G7 no pueden esperar reciprocidad por parte de Rusia.

5. Es suficiente echar un vistazo al texto del comunicado para darse cuenta de que los sentimientos antirrusos en el G7 son de carácter duradero y profundo. Gracias a los esfuerzos de los anglosajones, ante todo, el G7 se convirtió en sede de sede de coordinación de la lucha de Occidente contra Rusia, así como contra otros Estados independientes que buscan desarrollar relaciones legítimas entre sí. En esta coyuntura, Washington y Londres usan eficazmente a representantes de Berlín, Tokio, París y Roma como "idiotas útiles" para respaldar su política antirrusa.

Las fuerzas razonables en Europa continental y Japón, si todavía quedan allí, deben despertar de su sueño letárgico y comprender en qué les están involucrando los gobernantes actuales que juraron lealtad a los anglosajones. Es hora de reconsiderar los objetivos de participación en el G7, cuyas acciones socavan de manera evidente los intereses estratégicos de Europa continental y Japón.

El tiempo de tales coaliciones como el Grupo de los Siete ha pasado para siempre. Los países que forman parte de este grupo deben reconocer sus errores, declarar que no están de acuerdo con las declaraciones rusófobas basadas en el odio, renunciar a la política antirrusa y aceptar la realidad objetiva de un mundo multipolar sin hegemonía ni dictado neocolonial que está formándose.

The Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation
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